Tuesday, June 20, 2006

Ahorro la calle en que nos vimos...

Ahorro la calle en que nos vimos...

Fco. Javier Chaín Revuelta

El negociante prueba que la multiplicación de las necesidades y de los medios engendra la carencia de necesidades y de medios. Al reducir la necesidad del obrero al más miserable e imprescindible mantenimiento de la vida física y su actividad al más abstracto movimiento mecánico, el capitalista afirma que el hombre no tiene ninguna otra necesidad, ni respecto de la actividad, ni respecto del placer, pues proclama esta vida como vida y existencia humanas. Al emplear la más mezquina existencia como medida, hace del obrero un ser sin sentidos y sin necesidades, del mismo modo que hace de su actividad una pura abstracción de toda actividad. Por esto todo lujo del obrero le resulta censurable y todo lo que excede de la más abstracta necesidad (goce pasivo o exteriorizado) le parece un lujo.

La Economía Política, al par ciencia de la riqueza y de la renuncia, de la privación, del ahorro, llega realmente a ahorrar al hombre la necesidad del aire puro o del movimiento físico. Esta ciencia de la industria maravillosa es al mismo tiempo la ciencia del ascetismo y su ideal el avaro ascético, pero usurero, y el esclavo ascético, pero productivo. Su ideal moral es el obrero que lleva a la caja de ahorro una parte de su salario e incluso ha encontrado el arte servil del teatro sentimental para ésta su idea favorita. La Economía, pese a su mundana apariencia es la más moral de las ciencias. La autorrenuncia a la vida y a toda humana necesidad es su dogma. Cuanto menos comas y bebas, cuantos menos licores compres, cuanto menos vayas al teatro, al baile, a la taberna, cuanto menos pienses, ames, teorices, cantes, pintes, esgrimas, etc., tanto más ahorras, tanto mayor se hace tu tesoro al que ni polillas ni herrumbre devoran, tu capital. Cuanto menos eres, cuanto menos exteriorizas tu vida, tanto más tienes, tanto mayor es tu vida enajenada y tanto más almacenas de tu esencia. Todo lo que el hombre de negocios te quita en vida y en humanidad te lo restituyen en dinero y riqueza, y todo lo que no puedes lo puede tu dinero. El puede comer y beber, ir al teatro y al baile; conoce el arte, la sabiduría, las rarezas históricas, el poder político; puede viajar; puede hacerte dueño de todo esto, puede comprar todo esto, es la verdadera opulencia. El dinero no puede más que crearse y comprarse a sí mismo, pues todo lo demás es siervo suyo y cuando se tiene al señor se tiene al siervo y no se le necesita. Todas las pasiones y toda actividad deben, pues, disolverse en la avaricia. El obrero sólo debe tener lo suficiente para querer vivir y sólo debe querer vivir para tener.

Uno recomienda lujo contra ahorro (lujo produce trabajo), otro prefiere ahorro contra lujo (ahorro produce lujo). El uno ilusiona que la avaricia no debe determinar el consumo de los ricos y contradice sus propias leyes al presentar el despilfarro inmediatamente como un medio de enriquecimiento. El otro muestra que con despilfarro disminuye, no aumenta el caudal, no confiesa que capricho y humor determinan la producción; olvida que sin consumo no se producirá; olvida que mediante la competencia la producción sólo ha de hacerse más universal, más lujosa; olvida que para él el uso determina el valor de la cosa y que la moda determina el uso; desea ver producido sólo «lo útil», pero olvida que la producción de demasiadas cosas útiles produce demasiada población inútil. Ambos olvidan que despilfarro y ahorro, lujo y abstinencia, riqueza y pobreza son iguales. Y no sólo debes privarte en tus sentidos inmediatos, como comer, etc.; también la participación en intereses generales (compasión, confianza, etc.), todo esto debes ahorrártelo si quieres ser económico y no quieres morir de ilusiones. La moral de la economía es el lucro. fjchain@hotmail.com